Deprecated: Creation of dynamic property YotuWP::$views is deprecated in /home/lametron/public_html/wp-content/plugins/yotuwp-easy-youtube-embed/yotuwp.php on line 391
Los laberintos de la izquierda en Colombia – LaMetroNoticias.com

Los laberintos de la izquierda en Colombia

9 de julio de 2024Opinión Ulises Redondo
Warning: Undefined array key 1 in /home/lametron/public_html/wp-includes/media.php on line 71

Por Ulises Redondo Cienfuegos

El último referente electoral de la izquierda, en Colombia, fue el finado Carlos Gaviria Díaz en representación del Polo Democrático. En las elecciones presidenciales de 2006, Gaviria Díaz obtuvo dos millones seiscientos trecemil ciento cincuenta y siete votos, de un total de 12 millones cuarenta y un mil 737 votantes equivalente al 22%. 

Digo que fue el último referente para cuantificar a la izquierda porque el Polo Democrático era una coalición de movimientos y partidos de ese tipo. En cambio, el Pacto Histórico coalisión mediante la cual Gustavo Petro se inscribió como candidato presidencial, siendo a la postre ganador de la Primera Magistratura del país, se sumaron a última hora sectores de Alianza Verde, Partido la Fuerza de la Paz, liberales, conservadores y Partido de la U., lo que se denominó Frente Amplio.

No obstante, es imposible cuantificar a la izquierda en Colombia. Si pensamos que la izquierda es sinónimo de socialismo es un ejercicio nulo encasillar a los 2 millones 613 mil 157 ciudadanos que votaron por Carlos Gaviria dentro de ese concepto ideológico. ¿Por qué no interpretar que esa votación correspondió más bien a la lucha de los ciudadanos contra la corrupción? La primera duda que surge, es: ¿Estaban inscritos como militantes del Polo Democrático? La respuesta es: no, si partimos de la premisa que la estructura organizativa de los partidos de izquierda en Colombia ha sido debilitada por la existencia perturbadora de la persecución política de los gobiernos que consuetudinariamente han percibido a los partidos alternativos como enemigos internos, y han eliminado físicamente a varios de sus dirigentes; aunado a la propaganda negra contra este tipo de organización política, cuya responsabilidad recae en los medios de comunicación tradicionales, la iglesia y el sistema educativo, al englobar y asociar a la izquierda legal con las organizaciones político-militares de izquierda, es decir, guerrilla o izquierda clandestina. Es cierto que pudo haber combinaciones de formas de lucha, pero no de toda la izquierda. Porque esa propaganda negra ha macartizado, marcado negativamente a los movimientos de la izquierda legal, al generar en el inconciente colectivo la idea de que todo aquel que piensa diferente es guerrillero y por extención: violento, conspirador y desestabilizador de la democracia, peyorativos que han provocado el repudio de la opinión pública contra los movimientos de la izquierda legal. Entonces, la izquierda «pura y dura» legal, incluida a la desmovilizada resulta siendo una minoría.

Pura no en la acepción religiosa de santo. Pura, significando que han «bebido» de la fuente original del materialismo histórico de Marx y Engels. Pura y dura en relación ideológica, es decir, se oponen al sistema capitalista partiendo de las bases teóricas del marxismo-leninismo. La izquierda pura y dura es la que estudiando la formación histórica del sistema capitalista sabe que éste no es viable para la humanidad y teóricamente cree en la posibilidad de reemplazarlo en el futuro. Es imposible pensar, siquiera, en ser partidarios de unas teorías que construirían el socialismo en la práctica, si antes no se ha comprendido cómo funciona realmente el capitalismo.

El capitalismo es, esencialmente, corrupción en las instituciones públicas y privadas. Es robo y matanza sistemáticas. Entonces, ¿cómo reemplazarlo?  Evidentemente un sistema que proyecte como pilar una relativa igualdad económica como fundamento de la libertad absoluta; en donde los excedentes de la producción sean gestionados comunitariamente, y no gestionados como propiedad privada; una sociedad sin clases; una amplia organización basada en la asociación de productores libres; que tenga como soporte la solidaridad, pareciera imposible.

Mientras llega lo imposible, por ahora, ¿qué es lo posible? Pareciera que lo posible es reemplazar un modelo de gestión pública corrupto por uno menos corrupto. Si aspiramos a superar la pobreza individual y la pobreza de la nación, que juntas suman la pobreza cultural endémica, urge entonces pasar a un modelo de gestión pública menos corrupto. Progresar es superarse a PESAR DE la historia adversa, a pesar del fracaso, de los obstáculos, los errores, los defectos y a PESAR DE una aparente debilidad moral o física.

En tiempos del capitalismo salvaje, de transvalorización de la moral, de la competencia desleal, del individualismo esotérico, de bandidos y piratas, la honestidad es un milagro. Es difícil creer en la honestidad pura porque parece escatológica. No es de este mundo.
No obstante el mayor crédito del presidente Gustavo Petro radica en su relativa honestidad, al menos como dirigente político. Honestidad proba que al parecer ha resistido a las tentaciones del pecado.

Ahora bien, ¿está dispuesto su gabinete ministerial a seguir su conducta? ¿Se mostrarán obedientes, intramuros, en los consejos de ministros y, después, no tan obedientes? ¿Obedecerán sus órdenes?¿Tiene el presidente Petro ascendencia sobre sus ministros? ¿Es suficiente su autoridad moral y la banda presidencial para que obedezcan sus órdenes?

Tradicionalmente, los ministros han jugado su propio juego. Ven en los ministerios una oportunidad para afianzar, fortalecer o desarrollar su carrera política a futuro. Hacen ojitos por aquí, ojitos por allá; hacen reverencia a unos y otros sin distingo político; se muestran conciliadores hasta con el adversario político. Algunos tienen aspiraciones presidenciales. ¿Los actuales, no estarían arriesgando su carrera política por obedecer al presidente Petro? ¿Está la honestidad de Petro por encima del exitismo per se de sus ministros? ¿Se puede confiar absolutamente en la bancada de congresistas del Pacto Histórico como para pensar que no harán concesiones disfrazadas de conciliación a sus adversarios en el congreso en temas fundamentales como la enmienda a la reforma de la ley estatutaria de la educación?

Lo cierto es que no es suficiente la honestidad. Que no se entienda que  estoy haciendo una invitación a caer en la tentación de los siete pecados capitales. Se necesita trayectoria en el poder. Aclaro: si bien es cierto que Petro a construido una buena imagen pública fraguada por su exitosa carrera como congresista, aún no ha consolidado su poder. Hablemos de hegemonía. La hegemonía, para bien o para mal, mediante el consenso legítimo o la coacción de las  mayorías a través de la fuerza y el miedo, la han construido varios presidentes en América Latina. Chávez, Kirchner, Correa, Lula, entre otros. En Colombia: Uribe Vélez.

Si analizamos el comportamiento electoral en las presidenciales 2022, Petro obtuvo  11 millones 281 mil 013 de los sufragios que representó el 50 coma 44%. Aparentemente fueron votos petristas por la lucha que sostuvo Gustavo Petro contra la corrupción administrativa y la narco-política, como representante a la Cámara y como miembro del Senado. Pero insisto en la redundancia, en que es posible interpretar que gran parte de esa votación corresponde a ciudadanos cansados de la corrupción administrativa. Frente a esta realidad se puede dilucidar lo siguiente: primero, que sí bien fueron votos de opinión no es menos cierto que la opinión es cambiante por la manipulación a que es sometida diariamente por los medios de comunicación. Segundo, digo aparentemente votos petristas, porque sólo durante una larga trayectoria en el poder, se puede construir hegemonía. No sé exactamente el tiempo, pero 20 años de ejercicio en el poder ejecutivo, directa e indirectamente, parecerían ser suficientes. Se puede hablar de una hegemonía política con nombre propio, y dentro de esta no cabe Pastrana, ni  Samper, ni  Gaviria, ni  Duque. Pero sí Uribe. Y se habla del uribismo por sus dos periodos presidenciales a los que hay que sumar una influencia directa en la primera elección de Santos y una influencia directa en la elección de Duque. Si sumamos, han sido 20  años de hegemonía uribista. 8 años, incluida la reelección, durante los cuales Uribe ejerció directamente el poder ejecutivo y 12 años de influencia indirecta a través de 8 años de Santos en la presidencia y 4 de Duque. Si bien es discutible quién mandaba en la segunda presidencia de Santos quien al parecer habría traicionado a Uribe, lo cierto es que Alvarito instaló una burocracia alta y media afín a sus propósitos en las instituciones del Estado, que perdura hasta el sol de hoy.

Comentarios de Facebook

Deprecated: stripos(): Passing null to parameter #1 ($haystack) of type string is deprecated in /home/lametron/public_html/wp-includes/functions.wp-scripts.php on line 133